Ayer te besé en los labios.Te besé en los labios.
Densos, rojos. Fue un beso tan corto
que duró más que un relámpago,
que un milagro, más.
El tiempo después de dártelo
no lo quise para nada ya,
para nada
lo había querido antes.
Se empezó, se acabó en él.
Hoy estoy besando un beso;
estoy solo con mis labios.
Los pongo,
no en tu boca no, ya no
-¿adónde se me ha escapado?-.
Los pongo
en el beso que te di ayer,
en las bocas juntas
del beso que se besaron.
Y dura este beso más
que el silencio, que la luz.
Porque ya no es una carne
ni una boca lo que beso,
que se escapa, que me huye.
No.
Te estoy besando más lejos.
Este maravilloso poema de Pedro Salinas, me recuerda que los intantes son muy fugaces y a veces de ellos sólo nos queda el recuerdo pero eso sí que perdura con nosotros para siempre y a veces por imposible que parezca, disfrutamos el recuerdo más que el propio instante recordado.
En momentos en los que la echo tanto de menos, y me crea tanta impotencia porque querría poder darle un beso -como tantos que le daba- sin poder hacerlo, me acuerdo del sabor de ese beso y ahora tengo que conformarme besándote más lejos...
Cuando lo he leido me ha emocionado mucho y admiro a este poeta que desde que escribiera estas líneas sobre 1933, ha hecho que yo 78 años después me conmueva.
(Gracias a mis padres por regalarme este libro. Os quiero.)
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